Hacia los dos
años tiene su apogeo el juego simbólico, es un juego de ficción o de hacer como
si. Abundan los ejemplos de este juego: simular dormir, jugar a las muñecas, a
las comiditas, etc.
Es muy
importante el rol del adulto, ya que lo favorecerá promoviendo experiencias de
este tipo, proporcionando los materiales y el juego junto a él.
Los niños que
juegan a las muñecas rehacen su propia vida según su idea de la misma, entran
en juego todos sus placeres y conflictos pero resolviéndolo a través de la
ficción.
Seguramente,
si durante el desayuno sucede una escena trivial, una o dos horas más tarde el
drama será reproducido en un juego de muñecas y sobre todo con un final más
afortunado que el de la vida real.
Impedirle al
niño seguir jugando en este estadio de su desarrollo mental sería tanto como
impedirle seguir pensando.
El
juego es vida
El juego es una actividad que caracteriza
a la infancia, prevalece en la adolescencia y juventud, y es necesaria en la
adultéz, en la tercera edad y en la ancianidad.
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Una persona
que quiere, puede y sabe jugar disfruta de la alegría de ser, de hacer, de
crear y de sentirse viva. Al jugar voy siendo y haciendo como otro u otros. En
el juego de vivir cada uno asume roles complementarios, necesarios.
El juego es
una actividad gratuita, libre de ocupaciones y preocupaciones, que se agota en
el puro jugar y que implica relacionar, intercambiar, construir, combinar los
diversos elementos que están al alcance de la mano, las diversas ideas y
propuestas:
Las mías, las
tuyas, las nuestras…
El juego es
una posibilidad de convivencia colectiva, de espontaneidad, de descubrimiento
vincular, de nuevo orden, de armonía, de salud.
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