sábado, 22 de septiembre de 2012

Dos años, es así crecer…

De la rabieta a la carcajada, a ésta edad pasan de una emoción a la contraria dejándonos desconcertados ¿qué les ocurre?
Cecilia, que hace un momento reía a carcajadas, llora ahora con desconsuelo, casi con desesperación. Su mamá solo pretende cortarle el pelo, algo que ha hecho otras veces con total acuerdo de la nena. En cambio hoy Cecilia vive el intento de su madre, de cortar los rulos como un atentado intolerable contra su persona.
De poco valen los mimos, y la paciencia y los razonamientos, ni tampoco el argumento de que con el pelo más corto va a quedar mucho más linda.

Es la edad de las contradicciones 



A los dos años, los chicos son un nudo de intensas contradicciones. Tienen una inagotable curiosidad y los atrae todo lo nuevo, pero al mismo tiempo se oponen a los cambios por instinto de conservación.
El llanto de Cecilia muestra su indignación por lo que siente como una manipulación, casi como una agresión contra su integridad.
En ocasiones así, los chicos lloran, patalean, intentan esconderse o incluso se revuelcan por el piso.
Esto ocurre muchas veces cuando pocos momentos antes parecían sentirse completamente satisfechos y dichosas. Y, lo que es aún más sorprendente, pueden volver a reír y sentirse felices minutos después de la rabieta.
Varias cosas explican estos cambios de humor que nos resultan tan chocantes.
Por un lado las vivencias de ésta edad tan particular que son los dos años y por el otro la intensidad que alcanzan las emociones y, sobre todo, el dramatismo con las que expresan.
A los dos años los chicos han perdido esa docilidad complaciente que los caracterizaba hace unos meses. Cada vez se perciben a sí mismos como individuos diferenciados, que necesita mostrarse.
Ya no se sienten parte de nosotros mismos, sino seres independientes, y con frecuencia buscan afirmarse oponiendo sus deseos a los nuestros.
Pero esa autoafirmación está llena de vacilaciones, tropiezos y contradicciones. Los confunden y pueden llegar a confundirnos también a nosotros.
Por ejemplo rechazan nuestra ayuda y se empeñan en hacer cosas solos y, al mismo tiempo, nos necesitan desesperadamente.
Nos gritan NO y dejame!, pero al mismo tiempo lloran si nos ausentamos
Se trata de una lucha que tiene mucho de desgarradora, entre la incipiente y fuerte necesidad de ser independientes y la dependencia que hasta esa edad aún es enorme.

El miedo a perder nuestro amor 

Esa lucha es todavía más dramática en tanto que, al oponerse a nosotros de un modo tan frontal, el pequeño puede sentir que pone en peligro el cariño que le tenemos. Y si hay algo sin lo que no puede vivir, es precisamente el afecto.
Así que sus bruscos cambios de humor no deben extrañarnos y no tenemos que responder a sus arrebatos o a sus testarudeces diciéndole que no lo queremos.
Lo angustiaríamos más, si nosotros mantenemos la calma, lo ayudaremos a recuperar la suya.
Tengamos además en cuenta que a ésta edad los chicos tienen una gran expresividad dramática. Esto se explica porque el lenguaje es un medio de expresión imperfecto.
Las personas mayores utilizan las palabras tanto o más que las acciones. El lenguaje nos ofrece enormes posibilidades para expresar y matizar nuestros sentimientos, alegría, enojos… No necesitamos arrojarnos al suelo para hacer comprender que algo nos pasa.
Los chicos por el contrario, disponen de unas posibilidades aún muy limitadas de comunicación mediante palabras.
Así que a falta de éstas se expresan a través del lenguaje gestual, muestran su alegría con risas y palmas. Y si están enojados o se sienten mal, lloran y gritan, son muy dramáticos en la expresión de sus emociones, lo que da a sus reacciones gran espectacularidad.
Sus sentimientos son muy especiales

Por eso no debemos dar la misma importancia al modo en que un chico manifiesta sus emociones que tendría un adulto.
Desde luego que debemos tener en cuenta sus sentimientos y tratar de entender lo que ocurre tras un llanto o una rabieta, pero sin olvidar que éstos no significan necesariamente un malestar intenso ni duradero. A ésta edad las lágrimas y los “pucheros” están a flor de piel, pero a veces el pequeño pasa de ellos al juego sin que quede apenas huellas del disgusto anterior.
Sin embargo, no debemos mostrarnos indiferentes ni pensar que malcriamos a nuestro hijo por atender sus llantos.
Por el contrario, debemos consolarlo y ser tiernos ya que los niños que con su llanto obtienen atención y consuelo ganan confianza en su capacidad para influir en el mundo que los roles y a la larga se hacen menos llorones.
Pero tampoco tenemos que dar al llanto más importancia de la que tiene. Dentro de ciertos límites, es una expresión normal en los pequeños.

También son felices...
Hemos hablado poco de la alegría, la otra cara de las emociones. Un niño de dos años hace ya mucho tiempo que ha descubierto el poder contagioso de sus risas y sonrisas, sabe que provocan risas y sonrisas también en los demás. No son solo una expresión de bienestar personal, sino también un modo de comunicarse con las otras personas. Buscan enamorarnos con su alegría contagiosa, que provoca un intercambio de confianza y afecto.
A los dos años la risa asume, incluso, una nueva función, que es un sigo más de la madurez alcanzada por nuestro hijo, aprende a descargar mediante ellas sus tensiones y a disfrutar con las emociones fuertes.
Es capaz de pedirnos que pongamos aquella cara horrible que lo asusta tanto y de anticipar el temor (un terror soportable) con una risa nerviosa, que se transforma en carcajadas de placer y en alocadas carreras cuando accedemos a su pedido.
Ríe también cuando sabe que, al volver la página de un libro infantil, va a aparecer esa bruja tan fea.
Cuando usa la risa ante un momento difícil, da un paso más en el manejo del sentido del humor.
El sentido del humor ha pasado a formar parte de sus manifestaciones habituales.
Se ríe ante una situación cómica y va aprendiendo cada vez más a payasear deliberadamente para provocar la hilaridad de los demás.
Y así la risa, esa forma innata de comunicación que se inicio en nuestro bebe como un reflejo espontaneo de placer, confianza y satisfacción, va adoptando matices nuevos en relación con su crecimiento intelectual y emocional.
Alegría, dolor nuestras dos emociones más claras y extremas, están ya presentes y se manifiestan con fuerza en nuestros pequeños. A veces nos sorprende incluso la rapidez con que oscilan entre un polo y el otro. Pero no tenemos que extrañarnos, sentir y expresarse con fuerza es necesario a ésta edad y también la mejor prueba de que

Como ayudarlos
-Darles una mano es sencillo, basta con que busquemos el equilibrio en la forma de tratarlos, ya no son bebés, pero tampoco niños grandes.
-Cuando deseen experimentar por sí mismos (abrir un paraguas, por ejemplo) ayudémoslos pero asegurándolos a abrir el paraguas lejos para no lastimarse, así favoreceremos su sentimiento de competencia e independencia.
-No les prohibamos todo, acondicionemos la casa para evitarles riesgos, pero distingamos los peligros reales de los imaginarios. Si les censuramos todo, solamente verán barreras para todos lados.

El presente no es lo único que cuenta

Hay una característica del pequeño de ésta edad que nos ayuda a comprender sus frecuentes cambios de humor; vive sujeto al presente. El pasado y el futuro tienen aún poco peso para él. Esto tiene tres consecuencias:
Por un lado su memoria es frágil y apenas le permite beneficiarse con sus experiencias anteriores. Puede tocar una y otra vez los botones de la tele, aunque lo haya hecho y lo hayamos retado antes, como también es posible que tropiece varias veces en el mismo escalón, pese a haberse lastimado en pasadas ocasiones.
En segundo lugar, no es capaz de planificar el futuro y, es por eso, le cuesta prever las consecuencias de sus actos: por ejemplo, se sube a lugares que luego no sabe como bajarse.
Por último, le cuesta mucho esperar. Lo que quiere, lo quiere ahora mismo. L a alegría de recibir un caramelo puede verse enturbada por el llanto: el que provoca la impaciencia de esperar el tiempo en que se tarda, simplemente, en sacarlo del envoltorio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario